Esta
historia sucedió hace mucho mucho
tiempo, donde el tiempo no era tiempo y eso, valla que fue hace tiempo.
Él era un pintor, escritor y escultor,
también un cocinero, dibujante e inventor,
músico constructor y herrero;
era, por decirlo así la mano derecha del rey, él era quien se encargaba de los
envíos, de la organización y qué decir de la decoración.
Un día cualquiera se presento en audiencia
con el soberano y este le pidió de que acompañase a su hijo, el príncipe Ian a
los territorios de su buen amigo el rey Axto para una negociaciones que tenían
pendientes. El viaje no tuvo mayores percances y llegaron a su destino después
de tres días a caballo; el día de la llegada a los territorios de este soberano
era cálido, con suaves brisas otoñales. Los parajes de este monarca eran
magníficos, no por nada el padre del príncipe lo mando a allí para que
negociase tierras de cultivo a cambio armas para mejorar su ejército; pero el
príncipe se enamoró de la hija de su anfitrión.
Fue
como si el mundo dejara de existir para él, donde su única razón de ser y
existir era ella misma, por este motivo él príncipe decidió conquistarla,
porque sabía que no podía pasar más tiempo alejada de ella, él nunca había
sentido el amor, pero había leído mucho sobre este y cuando por fin lo encontró
no supo como describirlo, las palabras se le atrancaban en su garganta, se
sonrojaba demasiado fácil al estar en la presencia de la princesa, es por esta
razón que decidió dar por zanjada las negociaciones con el rey, padre este
maravillosa mujer; y una vez firmado el
tratado el príncipe le dijo a su recién confirmado aliado que deseaba la mano
de su hija, a lo que este respondió:
--Joven príncipe, mi hija es libre de encontrar a la persona que ella desee, por
lo que yo no puedo hacer nada más que desearle buena suerte conquistándola, se
que sus intenciones con ella son puras y sinceras, pero como ya le he dicho,
ella es libre; mis dominios son grandes, mas grandes de lo que a veces
desearía, como ve soy afortunado, además tengo una hija maravillosa, y es por
esta razón que no la obligo a nada, soy dueño, amo y señor de todo lo que usted
ve por aquí, pero no lo soy del corazón de mi hija.
--Es usted una persona muy amable sin duda
alguna, y también es por excelencia una persona justa y honesta, que como sus
súbditos ya me han confirmado usted no se considera el amo de todos ellos, sino
más bien un amigo y dirigente por el cual todos y cada uno de ellos daría su
vida sin pensarlo dos veces; y en lo que me acaba de contar me convenzo de
buena fe que es no solo un magnifico dirigente sino también además un buen
padre--contesto Ian.
Al otro día Fasto, quien es nuestro
protagonista, fue mandado llamar por el
príncipe, para que este lo ayudase a conquistar a la bella princesa; su labor consistía en
dedicarle los más bellos poemas, componerle las más sofisticadas sonatas,
hacerle los mejores cuadros, cocinarle lo más exquisito; todo esto para que el
joven príncipe enamorase a su hermosa y querida damisela. Y en efecto esto fue
lo que Fasto hizo, compuso 4 canciones en lira, 3 en flauta, y un sinfín de
poemas, también cocinó algo tan
maravilloso que todos le aplaudieron, incluido el mismo rey; pero había algo
que él no pudo hacer, y eso fue retratarla, hacia demasiados dibujos y cuadros,
todos ellos hermosísimos, pero ninguno que igualase la belleza innata de esta
mujer. El príncipe le dijo que no se
preocupara, que gracias a él consiguió enamorar a Clariss, la hija del
anfitrión, y que la boda ya estaba arreglada, que todo esto gracias a los
meritos brindados por Fasto. Pero él no se sentía contento con aquello, estaba
acostumbrado a ser el mejor, a pesar de no considerarse perfecto, y no
considerar perfecto lo que hacía, si sentía una gran satisfacción al realizar,
con los meritos esperados, cualquiera de las cosas que él podía desempeñar.
Es a partir de aquello que emprendió, a
los pocos días un viaje para encontrarse a sí mismo, agradeció la hospitalidad
brindada por el soberano y se disculpo con Ian por no saber si alcanzaría a
estar en su boda; una vez terminadas las despedidas correspondientes, salió del
castillo acompañado únicamente de una pequeña maleta con algunas pertenencias y
algo de dinero, pero eso sí, con unas ganas de terminar su auto redescubrir y
aprender cosas nuevas que nada le seria de impedimento para conseguirlo. En el
camino hacia no sé donde, fue encontrando alegrías y tristezas, guerras y
tranquilidades, incluso amores, pero eso si, a mucha gente que caló huellas en
su corazón, tanto así que le costaba seguir su camino, pero al final debía
partir y así lo hacía, con cierto remordimiento tal vez, pero con una meta que
debía cumplir, el debía encontrarse, hallar lo que se le había perdido, su
inspiración, o como dirían los griegos, sus musas, el motivo por el cual hacia
lo que hacía, lo que lo mantenía, lo reconfortaba, lo enfadaba pero que al fin
y al cabo era lo que amaba hacer, más que cocinar, forjar, componer,
interpretar, al él le encantaba pintar y aun mejor dibujar, porque según el
mismo, ahí es donde mejor se sentía, donde encontraba su autentico yo, el lugar
de sus sueños, su cielo en la tierra.
Una hermosa tarde de primavera, sentado en
los parajes de un bosque, al lado de un riachuelo, meditaba lo que sería su
siguiente paso, una brisa le alboroto el pelo, unas ardillas jugueteaban a su
alrededor, el sonido del agua le recordaba su mundana humanidad y se resolvió
dibujar el paisaje; primero consiguió algo de carbón, luego saco uno de sus ya
casi acabados papiros y dibujo, lo hizo como si no hubiera un mañana, como si
el ayer fuese ya una alborada lejana atrapada en sus recuerdos, y en ese
momento efímero de su existencia, encontró lo que venía buscando por casi ya
tres lunas, a sí mismo. No supo como lo encontró, ni por que en ese momento y
no antes o después, ni porque de ese modo, pero no importaba, se acababa de
encontrar al fin, y eso era lo mejor que le había sucedido en años, tantos ya
que creía que la primera vez que gozó así, fue cuando supo que el dibujo era su
alma completa, o por lo menos lo que la deleitaba.
Convencido de que su camino había
culminado, regreso a los parajes de su rey, a su casa; se dio cuenta al llegar
que el rey había fallecido y que el príncipe ahora gobernaba junto con su
esposa, el fue recibido de un modo
ejemplar, al fin de cuentas era un artista, el mejor que había dado esas
tierras por lo que merecía una gran celebración, fue la mejor fiesta que se puede dar en un
reino, después claro del matrimonio de un príncipe y la coronación de un nuevo
monarca, por lo que su celebración estuvo en gran altura y fueron invitados
diferentes personalidades de diferentes reinos,
Fasto decidió, que en la fiesta haría cuadros y mostraría algunas de sus
obras a los invitados, siendo esta la primera vez en la historia en que se
utilizo la palabra “exposición” para designar a esta muestra artística, y ahí
mismo nacieron las salas de arte y por consiguiente un “museo” artístico.
Fasto no cabía de la dicha al convertirse
por sus meritos en caballero y en Varón, pero lo que más le gustaba era sin
duda, enseñar a las demás personas los ojos de su alma, su arte.
FIN
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