lunes, 1 de abril de 2013

LA TRISTE MELODÍA DE UN VIOLÍN SIN ALMA. Por: Carolina González Cañas


Era el año 1887, una joven promesa del violín se desplazaba a toda prisa por las solitarias calles nocturnas de Hamburgo, los ensayos tardaron más de lo esperado pero valieron la pena ya casi estaba terminada su obra, la partitura de la melodía que lo llevaría a la gloria se encontraba a salvo guardada en uno de sus bolsillos, lamentablemente… él nunca llegaría a oírla, a la mañana siguiente su cuerpo sin vida apareció en un lugar cerca del río Elba, junto a él estaba el vacío estuche ensangrentado de su violín y nadie más, salvo él mismo, hubiese notado que también faltaba la partitura incompleta de la que hubiese sido su Magnum Opus. No muy lejos de aquel lugar, un misterioso joven de cabello castaño y ojos oscuros observaba la situación, y en su mano derecha apretaba con fuerza una partitura salpicada de sangre.
Nunca se supo quién lo hizo, algunos rumores señalaban un asunto amoroso como el responsable de la tragedia pero nunca nada fue confirmado, poco a poco su recuerdo se fue perdiendo en el olvido y nadie volvió a mencionar al joven violinista asesinado.
Tiempo después, casi de la nada y con la misma presteza con la cual había sido olvidado el asesinato a orillas del Elba, apareció, entre los más altos círculos sociales, una nueva promesa del violín, sumamente talentoso y atractivo; hacía que muchas de las doncellas suspirasen por él, aunque… su música era enigmática y melancólica.
Por esa misma época, comenzó a circular el rumor que un asesino en serie rondaba las calles de Hamburgo; al parecer el violinista que había muerto hacía unos meses había sido la punta del iceberg, se habían encontrado ya, en el mismo lugar, otros dos jóvenes asesinados, en días separados pero circunstancias similares; aunque más crueles y sangrientas que las del primer cadáver. Podían relacionarse entre sí los tres cadáveres, se conocían, y dos de ellos eran músicos; aunque la policía no había podido establecer el por qué de dichas muertes.
Y a medida que los asesinatos sucedían, el misterioso violinista cobraba más fama, sus canciones representaban el miedo y oscuridad que azotaba Hamburgo por esa época, por tal motivo era amado y odiado por igual.

Amelia era una joven preciosa, muchos hombres caían rendidos a sus pies con sólo verla, “La flor más bella del ejido” solían decirle muchos, no obstante nadie estaba cerca de tocar su corazón, alguien una vez lo estuvo pero su prematura muerte acabó con sus ilusiones; no creyó volverse a enamorar, no lo veía posible hasta el día que asistió al concierto de aquel muchacho, sus tristes melodías le llegaron al alma, había algo inquietante y atrayente en aquel chico; desde ese día, el joven nunca más volvió a verse solo; aunque su temperamento taciturno y frío no cambio en lo absoluto.

Los asesinatos seguían ocurriendo, en total ya iban cinco, nadie se sentía seguro y no podían establecer un porqué, al menos, no alguien que se atreviese a hablar de ello…
Lorenzo tenía miedo, sabía que era el próximo; la pregunta era, quién lo hacía; el porqué lo tenía muy claro, pero no recordaba haber dejado cabos sueltos, debía huir antes de que fuese demasiado tarde, lo haría esa noche, después del concierto partiría lejos y nadie más lo volvería a ver…
La gran noche había llegado, el joven presentaría su Magnum Opus ante la sociedad, la obra más sublime y majestuosa que jamás se hubiese escrito vería la luz aquella noche. Todo estaba saliendo a pedir de boca; el público lo aclamaba, amaba la obra y amaba al violinista, todos estaban extasiados salvo dos personas, sólo dos de los presentes podrían reconocer aquella pieza; Amelia lo miraba con incredulidad, ¿Por qué estaba tocando él aquella obra? ¿Cómo podía haberla terminado cuando casi nadie la había conocido?... Lorenzo por su parte estaba temblando, ¡era él!, era el heraldo de la muerte que le arrebataría su vida, debía escapar; huir de ahí mientras le era posible, no obstante algo se lo impedía; la gélida mirada del violinista lo atravesaba y le impedía moverse, algo oscuro se dibujaba en ella, pronto llegaría su final.
La función terminó, y ante los ojos de un asombrado público el violinista dejó rápidamente el escenario; si no lo hacía su presa escaparía.
La respiración de Lorenzo era débil, se sentía sin aire y sentía que por más que corriese no avanzaba mucho; poco a poco y como si fuese un capricho del destino llegó a aquel lugar; el lugar donde hacía ya varios meses ayudado por otros cuatro, ya que su cobardía no se lo permitía hacer sólo, le habían arrebatado la vida al que había sido su mejor amigo; ahora esos cuatro estaban muertos y él pronto compartiría su destino - ¡¿Quién eres, qué quieres de mi?!-  el tono de pánico en su voz era perfectamente reconocible; no quería morir, aunque ya era tarde para desearlo, en esos momentos sus minutos estaban contados.
No podía verlo, pero Lorenzo sabía que él estaba ahí, entre las sombras, observándolo, deleitándose con su miedo; -¡Puedes quedarte con Amelia, es tuya, te la sedo!- Una estruendosa carcajada resonó de entre las sombras, -Ella ya no me importa, ya no soy el que antes fui, ahora sólo deseo venganza, ¡Quiero vengarme por Él, por lo que le hicisteis…! ¡Es lo único que deseo, es lo que Él desea y es el por qué de mi existencia!- Esto fue lo último que Lorenzo escuchó, luego vino un intenso dolor y un penetrante olor a sangre invadió su nariz, lo sentía a su lado, atacándolo una y otra vez y no se apartó de ahí hasta que Lorenzo hubo abandonado este mundo.
Algo se movió en la penumbra, ella lo había visto todo pero no lo entendía, ¿Qué había sucedido?; el joven se acercó a Amelia lentamente, sus miradas se cruzaron y sus rostros estaban tan cerca que pudieron haberse besado, quizá por un momento ella pensó que él lo haría; luego, un punzante y fugaz dolor se apoderó de su corazón y con su último aliento profirió un “¿Por qué?”. -Es simple, tú también lo mantienes atado; mientras tú vivas Él querrá estar contigo y no podrá descansar, yo no podré estar en paz, quiero ser lo que era antes…-

A la mañana siguiente se hallaron dos cuerpos en un lugar cercano al río Elba, dos jóvenes apuñalados yacían sin vida en medio de un charco de sangre que no se había secado del todo debido a la humedad de la noche, junto a ellos estaba el desaparecido violín que antes le había pertenecido a aquel artista asesinado; y cuando lo examinaron pudieron notar que algo faltaba, su alma había desaparecido. Era todo lo que quedaba de aquel muchacho, un triste recuerdo y un violín sin alma*.
Nadie nunca supo lo que sucedió; los asesinatos cesaron y Hamburgo volvió a la calma de siempre, el nuevo prodigio del violín desapareció misteriosamente, nadie lo volvió a ver, en realidad nadie supo que él nunca existió, no era más que el alma en pena de aquel violinista asesinado que tomó forma humana valiéndose de su violín para cobrar venganza y acabar con todo aquello que lo ataba a ese mundo.


*NA: “Un violín sin alma” no se refiere a una metáfora; se refiere a un elemento, el alma del violín, sin el cual este no suena correctamente.

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