lunes, 1 de abril de 2013

EL JUICIO AL GENERAL HERMOGENES MAZA. Por: Iván Alonso Montoya Restrepo


POR: SAN MARTÍN
     Ante este Tribunal Del Tiempo comparece el General Hermógenes Maza, de la orden de los “Libertadores de Colombia y Venezuela.” Nacido el 20 de abril de 1792 en el centro de Santafé de Bogotá, en la carrera 7 esquina con calle 17. Casa  que fuera derribada tras los disturbios del 9 de abril de 1948, para dar espacio a un edificio alto.
    -General tiene varias demandas; una de Santander en la que asegura que usted le quedó debiendo un dinero. ¿Qué puede decir al respecto?
  -Recuerdo que ese 19 de abril, día nacional, fiesta patria que se festejaba con parrandas aristocráticas y populares, comenzamos la celebración con un Te Deum en la Catedral, luego asistimos a una parada militar y quema de chispas, buscaniguas y totes. Santander después presidió la reunión de su logia Masónica, de la cual era maestro 33, allí habló mal del clero, después recorrió los zaguanes tomando chicha con el pueblo, visitó su fonda preferida y consumió longaniza y fritangas varias. El repartía a los soldados un bono para que se divirtieran. Pensé cuando me dio esos pesos, que eran también un “bono de premio.”  El no me aclaró nada, salió para donde las Ibáñez a tomar chocolate con colaciones y una que otra copita de vino y luego fuimos al baile social, y con otros ilustres de la patria nos rodamos hasta “las casas de señoritas de alegre reputación”. Allí debíamos esperar turno  para gozar después de los oficiales del ejército libertador.
     -¿Qué dice a esto General Santander?
      -De verdad no entiendo porque concluyó Maza que esos pesos eran un regalo y no un préstamo; que le hice justo para que se llevara a la cama a una bella moza que iba lamiendo las múltiples cicatrices de su cuerpo, mientras Maza, gritaba el nombre de las batallas en donde se las había ganado.
   -Usted, General Santander –agregó Maza-, no es digno de fiar. ¿De qué se las da? Es un hereje, por eso los curas y los godos lo odiaban y lo amaban las damiselas de las galleras y era famoso en las tabernas de mala vida. Como yo.
    -Maza –replicó Santander-, muchos somos los descontentos con su forma de vivir, pido por ejemplo que hable aquí el profesor español, Juan Sordo, quien le enseñara las primeras letras en la Escuela de las Nieves.
   -¿Qué tiene para decir Don Juan?
      -En 1820 el General Hermógenes decapitó a más de 200 españoles, ejecución que hizo enviando a esos desafortunados al “baño”. Dos soldados arrastraban al soldado español hasta el borde de la embarcación “La Comandancia”, y colocaban su cuello sobre este y con golpe de machete era decapitado; así convirtió el río Magdalena en una fosa común; primero caía la cabeza y luego la sangre coloreaba de rojo al río.
   Para parecer justo, Maza, los obligaba a pronunciar la palabra Francisco y quien lo hiciera con “C” a la española, era soldado muerto.  Fui el prisionero 72 y a mi turno grité: “ General,  soy su sobrino y fui su maestro, por Dios no me mate…” -El contestó:
      -Suéltenlo y que se largue -Yo en verdad, no podía imaginar que ese niño rubio de ojos azules, mimado de la aristocracia criolla fuera tan cruel… Maza se defendió:
     -Cuando estuve cautivo en Caracas, durante dos años y medio, fui sometido a   penosas torturas, sufrí la humillante flagelación que destrozó mi torso y afectó mis riñones,  condenado a muerte en 1815, me salvé, después de persuadir a mi verdugo Luis Moreno. Logré huir y luego de tres  años de tormentoso viaje a pie llegué a Santafé. Allí me enteré de la persecución a mi familia, el sacrificio de mi hermano, la confiscación de nuestros bienes familiares por el gobierno español, el fusilamiento de mis antiguos compañeros de colegio y sumado a tanto dolor; la muerte de mi madre. Todo esto me convirtió en un ser amargado y lleno de odio a todo lo que fuera español, ese día nació un nuevo Maza, y a partir de entonces pasé mi vida haciendo chistes, cometiendo impertinencias y bebiendo aguardiente. Tuve mis defensores y amigos; por ejemplo El Libertador le dijo a usted Santander:
    -Me alegro mucho de las acciones de Maza, por cada herido nuestro, mata 100 españoles sin más novedad.  Bolívar, llamado a declarar, lo defendió:
    -Le encargué la toma de Mompox, y le advertí que no derramara ni una sola gota de sangre de los prisioneros. Después tuve que recriminarlo, porque le amarró una piedra en el pescuezo a cada soldado español, y luego los tiró al rio Magdalena.
      -Pero, Maza, ¿no le advertí que no quería que derramara ni una gota de sangre?
     -Y él respondió:   -Y sus ordenes fueron cumplidas, mi General; todos murieron por ahogamiento y no por sangramiento.
  Se bañaba poco, se limpiaba menos, se mantenía borracho y de cierta manera, fue el más cruel de mis generales. En cierta reunión social, con la presencia de hermosas señoritas, al General Hermógenes Maza, ebrio, por supuesto, le dio por gritar:
     -¡Que viva la menstruación!”
     -General Maza – lo regañé- ¿cómo se le ocurre gritar eso? Usted debe decir: “Que viva la revolución.”
    -A lo que el general Hermógenes , digno hijo de Felipe de la Maza, me contestó:
     -“ Bueno, que viva lo que sea, con tal que eche sangre…”. Bolívar continuó:
    -Con decirles, que tenía una sudoración muy fétida en sus pies, y al quitarse las medias, se quedaban pegadas; una vez, las arrojó por encima de la tapia y cayeron dentro de una olla grande en donde se cocinaba el almuerzo para la tropa. Bolívar calló y Maza se dirigió a Santander:
       -Usted, me negó la pensión de guerra y tuve que intimidar al tesorero para que me pagara una modesta pensión oficial. Guardaba en mi vaina de espada las pocas monedas que recibía, acción que me significó muchas borracheras gratuitas; pues al intentar pagar y echar mano de mi arma para luego sacar el dinero, el dueño de la cantina se apresuraba a decirme que no debía nada.
    Con este escaso dinero no me alcanzó para vivir en la Candelaria, sólo en una casucha del barrio Egipto.
    Un día en el mercado de la plaza, maté a sablazos más de 100 pollos, pues estaban tuberculosos y eran un peligro, pero la gente del lugar no lo entendió.
    Viajé a a Mompox, en donde permanecí los últimos 15 años de mi atormentada existencia, en 1847, debido a una cirrosis hepática, fui obligado a recluirme en el hospital, en donde una religiosa se santiguaba, repetidas veces, cuando le solicitaba:
    -Vengo en busca de una cama en que tenderme, y quiero probar que son falsas las Sagradas Escrituras, cuando dicen: “que el que a cuchillo mata a cuchillo muere”, porque yo moriré en una cama. A los pocos días, vi cumplida mi predicción y me despedí de la vida, y de las personas que presenciaron mi muerte, que lucharon, infructuosamente, por conseguir que me dejara bendecir del cura. Me hice más famoso al gritarles con mi último aliento: “Ahí les dejo su mundo de mierda…”
    Tenemos para decirle, dijo el Tribunal, que el General Santander, el Hombre de las Leyes, dejó consignado en su metalizado testamento, que el general Maza, tenía con él una deuda de 100 pesos.

1 comentario:

  1. " -Vengo en busca de una cama en que tenderme, y quiero probar que son falsas las Sagradas Escrituras, cuando dicen: “que el que a cuchillo mata a cuchillo muere”, porque yo moriré en una cama. A los pocos días, vi cumplida mi predicción y me despedí de la vida, y de las personas que presenciaron mi muerte, que lucharon, infructuosamente, por conseguir que me dejara bendecir del cura. Me hice más famoso al gritarles con mi último aliento: “Ahí les dejo su mundo de mierda…”
    Tenemos para decirle, dijo el Tribunal, que el General Santander, el Hombre de las Leyes, dejó consignado en su metalizado testamento, que el general Maza, tenía con él una deuda de 100 pesos. "
    Menos mal es un cuento Corto! hubiese sido largo, la independencia de el reinado español hubiese sido mas por razones de decapitaciones de Maza, que exitos en las batallas lideradas por Bolivar...

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