lunes, 1 de abril de 2013

EL PRIMÍPARO. Por: Hugo Alejandro Velásquez Betancur


Las primeras veces que manejó vehículo le gritaron buñuelo, cuando se accidentó le dijeron que fue por bisoño, cuando aprendió a nadar le decían principiante y ahora en la universidad es un primíparo.  
Ese primer día ingresa al campus con la expectativa propia de todo primíparo, lo primero que observa Marcos  son los números de los robustos  bloques de cemento donde reciben clases los alumnos, se da cuenta que están dispuestos en un orden misterioso que no logra comprender.
- ¿Cuál de estos será patrimonio histórico? Se pregunta Marcos.
- ¡Ya se! debe ser la cafetería,  parece de la época colonial y es tan vieja que tal vez vendan chicha-, en época invernal se convierte en una pista de hielo que ofrece la posibilidad gratuita de un resbalón, terror de mujeres en tacones y tennis sin agarre, todavía recuerda su caída el día del examen de admisión donde perdió  además de su orgullo su  pantalón más preciado.
Observa  la hora, un cuarto para las ocho y calcula diez minutos para la avena con buñuelo en la cafetería Central y cinco para llegar al salón de clases, saborea su desayuno y ojea de lado la chica que tiene en la mesa contigua, parece primípara también. 
-Hola ¿eres primípara?  -Dice Marcos.
-No, estoy en segundo semestre, contesta la chica con aire de superioridad.
Marcos comprende inmediatamente que la experiencia así sea de días o meses es vital en la vida de un primíparo, entiende también que primíparo no es siempre un piropo y que es demasiado pronto para abordar chicas en la cafetería, sobre todo si éstas son de las que prefieren no ser molestadas.
Sus minutos han terminado, es hora de iniciar clases, busca en  su mochila recién comprada, repasa con sus manos la coca del almuerzo, la peinilla, los cuadernos hoja por hoja, pero del horario, nada.
-¿Dónde está el maldito horario?- el desespero se apodera de Marcos mientras camina al único lugar donde supone lo pueden ayudar, la biblioteca.
Se acerca a la entrada y pregunta con toda seguridad.
-Amigo buenos días, sabe ¿dónde me toca la clase?
Una mezcla de comprensión  y risa invade a Ernesto el curtido funcionario que custodia el ingreso a la biblioteca y que tiene además funciones de psicólogo, consejero, informador y hasta doctor, acostumbrado a escuchar todo tipo de cosas. Con su experiencia  detecta  primíparos, extraños, profesores, trabajadores, los atiende con la paciencia  que solo brinda la edad y con aire paternal les ofrece sus consejos; con su ayuda se han consolidado muchos noviazgos, uno que otro matrimonio, evitado dos o tres suicidios y curado varios salpullidos en zonas innombrables del cuerpo.
- No hijo, te aconsejo que te acerques a una sala de computadores o vayas a la fotocopiadora  más cercana e imprimas el horario.
Para Marcos el desespero se convierte en angustia y súplica.
-¡Por favor voy muy tarde, dígame donde es la clase!-
-Bueno hijo, por esta vez te voy a ayudar, pero te aconsejo que mantengas tu horario disponible - contesta el curtido funcionario.
-Claro, le agradezco mucho- murmura Marcos.
Llega a su clase veinte minutos tarde e ingresa seguido de la mirada burlona de sus compañeros, dos horas de incesantes recomendaciones del semestre que se le espera, una introducción bastante generosa al mágico mundo de la arquitectura escuchada con atención por marcos que reparte sus miradas entre sus compañeros de clase y su profesor.
-Esto definitivamente es lo mío- piensa Marcos al terminar la clase.
Se dirige a la biblioteca por el texto recomendado por el profesor, ingresa e intenta descifrar cómo conseguirlo, cómo encontrarlo. Se reprocha a sí mismo la inasistencia a los cursos de inducción que ofrece la biblioteca.
 De nuevo sus ojos se posan en Ernesto quien  lo ayudo en la mañana, sus miradas se encuentran,  cada uno sabe del otro de distintas maneras, Marcos se acerca y pregunta en medio de los demás estudiantes que se agolpan para devolver sus libros.
-Amigo me puede dar el libro  croquis número 20-
 Un silencio se apodera del lugar, algunos estudiantes posan su mirada sobre Marcos.  El curtido funcionario le responde.
 -La revista Croquis pertenece a la colección de Reserva, debe ingresar y acercarse a ese sector y buscarla-.
Marcos grita entonces - cuánto vale y si venden la colección completa-
En este momento  queda  claro para  los presentes que Marcos es definitivamente un  primíparo, pero para el curtido funcionario es solo alguien que desconoce, que como todos alguna vez en la vida es principiante, alguien que no sabe aún que estuvo en una clase que no le tocaba, en un salón que no era el suyo, que quiso comprar en una biblioteca un libro que en realidad es una revista y que su madre cariñosamente llama despistado.

1 comentario:

  1. Espero que esta no sea la versión en formato real de tu primer día en la universidad. jajaj.

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