Las primeras
veces que manejó vehículo le gritaron buñuelo, cuando se accidentó le dijeron
que fue por bisoño, cuando aprendió a nadar le decían principiante y ahora en
la universidad es un primíparo.
Ese
primer día ingresa al campus con la expectativa propia de todo primíparo, lo
primero que observa Marcos son los
números de los robustos bloques de
cemento donde reciben clases los alumnos, se da cuenta que están dispuestos en
un orden misterioso que no logra comprender.
-
¿Cuál de estos será patrimonio histórico? Se pregunta Marcos.
- ¡Ya
se! debe
ser la cafetería, parece de la época
colonial y es tan vieja que tal vez vendan chicha-, en época invernal se
convierte en una pista de hielo que ofrece la posibilidad gratuita de un resbalón,
terror de mujeres en tacones y tennis sin agarre, todavía recuerda su caída el
día del examen de admisión donde perdió además de su orgullo su pantalón más preciado.
Observa
la hora, un cuarto para las ocho y
calcula diez minutos para la avena con buñuelo en la cafetería Central y cinco
para llegar al salón de clases, saborea su desayuno y ojea de lado la chica que
tiene en la mesa contigua, parece primípara también.
-Hola
¿eres primípara? -Dice Marcos.
-No,
estoy en segundo semestre, contesta la chica con aire de superioridad.
Marcos
comprende inmediatamente que la experiencia así sea de días o meses es vital en
la vida de un primíparo, entiende también que primíparo no es siempre un piropo
y que es demasiado pronto para abordar chicas en la cafetería, sobre todo si éstas
son de las que prefieren no ser molestadas.
Sus
minutos han terminado, es hora de iniciar clases, busca en su mochila recién comprada, repasa con sus
manos la coca del almuerzo, la peinilla, los cuadernos hoja por hoja, pero del
horario, nada.
-¿Dónde
está el maldito horario?- el desespero se apodera de Marcos mientras camina al
único lugar donde supone lo pueden ayudar, la biblioteca.
Se
acerca a la entrada y pregunta con toda seguridad.
-Amigo
buenos días, sabe ¿dónde me toca la clase?
Una
mezcla de comprensión y risa invade a
Ernesto el curtido funcionario que custodia el ingreso a la biblioteca y que
tiene además funciones de psicólogo, consejero, informador y hasta doctor, acostumbrado
a escuchar todo tipo de cosas. Con su experiencia detecta primíparos, extraños, profesores,
trabajadores, los atiende con la paciencia que solo brinda la edad y con aire paternal
les ofrece sus consejos; con su ayuda se han consolidado muchos noviazgos, uno
que otro matrimonio, evitado dos o tres suicidios y curado varios salpullidos
en zonas innombrables del cuerpo.
- No
hijo, te aconsejo que te acerques a una sala de computadores o vayas a la
fotocopiadora más cercana e imprimas el
horario.
Para
Marcos el desespero se convierte en angustia y súplica.
-¡Por
favor voy muy tarde, dígame donde es la clase!-
-Bueno
hijo, por esta vez te voy a ayudar, pero te aconsejo que mantengas tu horario
disponible - contesta el curtido funcionario.
-Claro,
le agradezco mucho- murmura Marcos.
Llega
a su clase veinte minutos tarde e ingresa seguido de la mirada burlona de sus
compañeros, dos horas de incesantes recomendaciones del semestre que se le
espera, una introducción bastante generosa al mágico mundo de la arquitectura
escuchada con atención por marcos que reparte sus miradas entre sus compañeros
de clase y su profesor.
-Esto
definitivamente es lo mío- piensa Marcos al terminar la clase.
Se
dirige a la biblioteca por el texto recomendado por el profesor, ingresa e
intenta descifrar cómo conseguirlo, cómo encontrarlo. Se reprocha a sí mismo la
inasistencia a los cursos de inducción que ofrece la biblioteca.
De nuevo sus ojos se posan en Ernesto quien lo ayudo en la mañana, sus miradas se encuentran, cada uno sabe del otro de distintas maneras, Marcos
se acerca y pregunta en medio de los demás estudiantes que se agolpan para
devolver sus libros.
-Amigo
me puede dar el libro croquis número 20-
Un silencio se apodera del lugar, algunos
estudiantes posan su mirada sobre Marcos. El curtido funcionario le responde.
-La revista Croquis pertenece a la colección
de Reserva, debe ingresar y acercarse a ese sector y buscarla-.
Marcos
grita entonces - cuánto vale y si venden la colección completa-
En
este momento queda claro para los presentes que Marcos es definitivamente
un primíparo, pero para el curtido
funcionario es solo alguien que desconoce, que como todos alguna vez en la vida
es principiante, alguien que no sabe aún que estuvo en una clase que no le
tocaba, en un salón que no era el suyo, que quiso comprar en una biblioteca un
libro que en realidad es una revista y que su madre cariñosamente llama
despistado.
Espero que esta no sea la versión en formato real de tu primer día en la universidad. jajaj.
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