lunes, 1 de abril de 2013

LA VIDA EN TELARAÑA. Por: Santiago Márquez Vélez


Como un soplo de aire en el mundo, buscaba entre mares, montañas y cuevas, aquella fibra que soportara las cargas de los demás; parada, estancada, y simplemente tejiendo lo que hacía cada uno de los hombres, tenía una red inmensa pero demasiado frágil que no sería capaz de cargar con un elefante mas que todos los hombres lanzan una y otra vez.

Esa soy yo, la vida que viaja a través del aire y que salta de hombre en hombre construyendo con cada una de sus vivencias esta telaraña sobre la que todos se recuestan, a la que todos ignoran, a la que muchos quieren destruir llegando a la muerte o viviendo como en la muerte aunque no lo estén. Eso es que lo hago, dar mi llamarada mas grande al crear las maravillas mas hermosas de la tierra, y a su vez, darle todos los recursos a esos grandes de espíritu para que innoven y creen lo que pueda hacer el mundo mejor; y así me pagan, perforando y cortando cada uno de los hilos que trato de formar, queriendo hacerme sangrar aunque mi espíritu no sangre; llorando, aunque no tenga ojos para lagrimear; queriendo que grite, aunque mi voz no la escuche nadie y mis súplicas sean en vano; y aquí, ahogándome sola por la culpa de todos los hombres, queriendo escapar de esto que yo misma creé, escribo lo que siento, lo cansada y agobiada que estoy, la desolación de mi ser, las lágrimas que brotan cada día de esos hombres que sufren y que me hacen morir lentamente, el no escuchar recompensa alguna, el ver que el mundo al que inicialmente le di mi ser, hoy está al revés, queriendo destruirse para ver si un nuevo comienzo es la solución.

Mi espíritu voló, atravesó países, continentes, pasó de cuerpo en cuerpo viendo nuevos rostros, nuevos paisajes, nuevas alegrías, nuevas tristezas ... las diferentes estaciones; primavera, verano, árboles llenos de frutos, sol, animales, sonrisas, cariño, satisfacción; luego el otoño y el invierno, el frío que congela el alma y la vida, el amor que se comparte mutuamente y el calor artificial que generan los hombres....

Regresé al árbol de la vida, sentía que mi ser estaba agotado, esa mezcla libre entre mi espíritu y el viento ya no estaba lo suficientemente liviana; mi hermano el tiempo, no me dejaba descansar, pues me recordaba cada segundo que pasaba que pronto llegarían nuevos hombres que vivirían como polos en el desierto del dolor, solo quería olvidarme de lo que soy por un buen rato haber si de esa forma recuperaba las fuerzas que había perdido. Exhausta, debilitada y exasperada por las llamas del mal, continué tejiendo con los frágiles hilos esta telaraña que nunca acabaré pero totalmente esperanzada en que algún día la fibra fuerte de algún hombre me hará sentir renovada y lista para volar libre y liviana como la primera vez.

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