Supongo
que soy cada vez más como él. Puedo verlo en mis ojos, en mis cambiantes
pupilas llenas de cólera, que con las lunas se muestran más parecidas a las de
aquél a quien tanto desprecio.
Quizás
sea ese uno de mis mayores miedos. Eso y las páginas en blanco.
De
miedo ando lleno estos días. Días tan pálidos y olvidables que me obligan a
buscar refugio en un par de viejos, tergiversados y magnificados recuerdos.
Miedo
al llanto y a la sonrisa, miedo a la burla, al fracaso, al amor, a la gloria,
miedo a respirar. Miedo que se lleva la paz y consigo poco a poco todo lo que
creía ser. Miedo que se traduce en nervios y en erráticas conversaciones con
aquél que me persigue día tras día.
Siempre
expectante, busco libertad. ¿Pero cómo ser libre sin la muerte? ¿Dónde la
libertad en mi prisión de carne, de impulsos, de deseos?
No
soy más que un esclavo de la vida, de sus reglas, de las mujeres, que prometen
misticismo con sus ojos y magia con sus labios, pero son personajes, ficción.
Están hechas de la misma carne que yo; el vacío es igual. No todas lo saben.
Soy
esclavo de mi arrogancia y del arte que enaltece mi soledad, mi tristeza, mi
violencia y las mentiras del amor.
Vivo
añorando valentía para cortar las cadenas. Vivo contigo, ser repugnante,
horrendo, demonio. Contigo que sobre mis hombros reposas y en el espejo me
muestras tu sonrisa llena de perfidia. Contigo que nunca dice palabra alguna y
con atención escucha cada uno de mis pensamientos.
Pero
pronto todo se detendrá y tras un hermoso instante ni tú ni yo existiremos más,
no habrá más preguntas, no habrá más miedo. Mis ojos estarán llenos de muerte.
Morirán con el odio con que hoy te hablo, sin que puedan convertirse en los de
aquél que me castigó con la vida; con esta gran mentira, con el rojo de la
sangre que corre por mis venas, que hoy muta con el negro del veneno, el veneno
de la muerte y la libertad. Libertad última.
Quisiera
hablarle y que entendiese. Que abriese por vez primera sus infantiles ojos y me
viese por lo que soy, que entienda el cariño en mi sonrisa, que no nos quite la
vida.
Todo
es en vano. Maldigo mi forma y su ira, su estupidez. Maldigo todo lo que lo
hace verme como un demonio. Quiero, siempre he querido lo mejor para él. Desde
siempre. Siempre amé su música y odié su tristeza y frustración. Su maldita
poesía. Eso es, eso fue lo que nos trajo hasta aquí. La verdad fue demasiado,
duele demasiado el mundo.
Pero
sigue estando ciego, piensa demasiado; es joven y patético. Quisiera hacerlo
ver su insignificancia en el universo, quizás así comprenda que no está tan mal
vivir, que en las preguntas está el infierno y que el mundo no necesita de
ellas.
Pero
es demasiado tarde. Demasiado tarde para él y su raza fundada en la renuncia y
la cobardía. “No futuro” tatuado en su sangre.
Odio
verlos morir, más cuando cuentan tan pocos días sobre su nuca. Cree que así
dejaré de existir, que será libertado del influjo perverso de su padre. Cree
que es libre y se equivoca. Y aunque es triste la imagen de su rostro descompuesto;
la mandíbula desencajada, los ojos fuera de sus órbitas; es más triste aún que
tenga que volver a empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario