Nicolás luego de
retirar en un cajero automático el primer sueldo de su trabajo se fue para el
centro de la ciudad con el fin de buscar unos zapatos y una ropa que
necesitaba. Andaba distraído mirando de almacén en almacén aquello que buscaba.
Se medía las prendas y los zapatos, preguntaba su precio, y decía que
continuaría viendo otras posibilidades y que luego se decidiría en cual almacén
hacer las compras.
Al llegar a una
calle muy concurrida Nicolás miró a un grupo de personas que rodeaban una mesa
pequeña, y como era curioso se acercó a ver lo que sucedía, cuando estuvo al
pie de la mesa, miró que esta era plegable, cubierta por una franela roja, y que encima de ella habían tres vasos colocados
boca abajo, y una bolita blanca, la cual la tapaba y destapaba una y otra vez
el encargado del juego, cambiándola de posición y apareciendo y desapareciendo
debajo de cada uno de los vasos. Había cuatro personas que jugaban al juego de
la bolita, uno estaba borracho, y era el que más apostaba, el juego consistía
en adivinar debajo de qué vaso estaba la bolita blanca, y la plata que colocaba
el borracho en la mesa al instante se duplicaba porque acertó varias veces. Se
veía tan fácil el adivinar la posición de la bolita que Nicolás de decidió a
formar parte del juego, y apostó primero una pequeña cantidad de dinero.
-¿Dónde está la
bolita?, ¿dónde está la bolita?- repetía la persona que movía los vasos de un
lado a otro.
-¡Debajo de éste
vaso!- dijo Nicolás, apuntándolo con el dedo índice.
Y en la primera
jugada acertó, doblando su dinero, por lo cual volvió a apostar lo que ganó.
-¿Dónde está la
bolita?, ¿dónde está la bolita?- decía el dueño del juego.
-¡Debajo de éste
vaso!- respondió Nicolás, apuntándolo con su dedo.
Y otra vez acertó,
ahora ya había triplicado la plata que inicialmente apostó. Y como este
jueguito le pareció tan fácil apostó la mitad de la plata que llevaba para
comprar la ropa y los zapatos sumada a la plata que ya había ganado.
-¿Dónde está la
bolita?, ¿dónde está la bolita?- volvió a decir el jefe del juego.
-¡Debajo de éste
vaso!- contestó Nicolás, indicando el que a él le parecía el correcto.
Pero esta vez no
pudo adivinar debajo de qué vaso estaba la bolita, por lo cual perdió toda la
plata que apostó, pero al parecer el dueño de este juego como que hipnotizaba a
sus clientes, entonces persuadió a Nicolás de la siguiente manera:
-Usted tiene muy
buena suerte, apueste todo lo el dinero que lleva y verá como se le duplica
fácilmente, la última es la vencida, haga lo que yo le digo y verá que se va
muy contento.
Nicolás ni corto
ni perezoso, sacó casi todo el dinero que tenía en su bolsillo, sólo dejó lo
necesario para coger el bus y regresar a su casa, e hizo la apuesta, era a todo
o nada. O ganaba el doble de lo que apostaba o se iba pelado para su casa.
-¿Dónde está la
bolita?, ¿dónde está la bolita?- repetía la persona que movía los vasos de un
lado a otro.
-¡Debajo de éste
vaso!- dijo Nicolás, poniendo su dedo índice encima del vaso seleccionado.
El dueño del
juego levantó el vaso y la bolita no estaba debajo de él, por lo cual Nicolás
perdió toda la plata que llevaba para hacer sus compras.
-Lo siento
amigo, así es la suerte, a veces se gana y a veces se pierde, le deseo mejor
suerte para la próxima- le dijo el sujeto que movía los vasos a Nicolás.
Nicolás se fue
caminando despacio como sonámbulo, mientras un tipo lo acompañaba a medida que
se alejaba del lugar.
-¿Cuánto dinero
perdió amigo?, ¿para dónde va ahora?- le dijo el hombre que seguía a Nicolás.
-Perdí toda la
plata que traía para comprar una ropa y unos zapatos, y ahora como no tengo
dinero me toca irme para mi casa- contestó Nicolás.
El sujeto que
seguía a Nicolás era un cómplice del dueño del juego de la bolita, y lo que
trataba de hacer era cerciorarse de que él no fuera a informar lo que había
ocurrido a la policía, y con ello ser apresados por andar estafando a la gente
incauta, por medio de engaños y trucos psicológicos.
Ya en su casa
Nicolás como que despertó de su trance y cayó en cuenta que lo que le había
pasado fue un robo, que las personas que estaban alrededor de la mesa de juego
eran cómplices, que el supuesto borracho era uno más de la banda, y que hacía
el teatro respectivo para que alguna victima cayera fácilmente en las garras de
éstos delincuentes, y que además ese sujeto que le hizo las últimas preguntas
antes de irse para su casa era el encargado de la seguridad de la banda de
ladrones.
Así Nicolás supo
de esta nueva modalidad de atraco callejero, que sucedía una y otra vez en las
grandes ciudades, y que la policía no podía controlar, ya que estaban bien
organizados, se escondían fácilmente entre la multitud una vez hacían sus
robos, y se perdían por un buen tiempo para que la policía los dejara de
buscar, apareciendo de repente en el lugar menos pensado a la caza de otros
ciudadanos incautos.
Interesante crítica a un aspecto que ocurre a diario y pasa desapercibido para todos.
ResponderEliminarUn atraco elegantemente voluntario.
ResponderEliminarDefinitivamente la realidad supera la ficción, pero el cuento trae consigo un gran mensaje, no debemos buscar incrementar el capital de forma fácil, los juegos siempre traen perdida y desgracia, me gustó !!
ResponderEliminarEs una historia muy real... a muchos nos puede pasar, así que reflexionemos.
ResponderEliminarLa mejor forma de hacernos caer en cuenta que la solucion es de todos
ResponderEliminarEs fluida en su narración.
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