jueves, 21 de marzo de 2013

LA PERFECCIÓN. Por: Sara Rodríguez Echeverri


(Oscuridad) I
Richard Vuelve.
-Dime ¿Qué ves en mis ojos?- Nada, el vacio.- Responde ella.
-Ya veo.- Dice él. - Ahora cierra los tuyos y dime que sientes.-
-Tu presencia.- Musita llorosa.
Abre Leni los ojos de nuevo y desespera; no notó el momento en que él se había ido, no supo  hace cuanto se había marchado. Piensa, convulsiona, y piensa de nuevo -¿Dónde está?-
Siente el frío que él dejó a su paso, siente la desolación en su alcoba. Observa que el miedo se columpia en su anzuelo, al lado de la ventana. No pierde de vista al árbol que de afuera, se divierte tirándole guijarros al que se mece. Pero no, ella no tiene ese valor y deshace el puño de su mano; con el que pretendía hacer así mismo lo suyo con ese miedo oscilante.  Siente el cansancio bailando en sus ojos, no quiere cerrarlos.
-¿Salir? ¿Buscarlo?- No hay dirección. El cansancio cierra sus parpados.
Por la ventana ya no entran guijarros. El miedo deja de columpiarse. Una figura ¿humana? hace su aparición. Ella revolotea y está inquieta. Él se acerca, la acaricia: -Silencio… Calma ya mi alma, ¡Shh!-
-Dime: ¿Hacia dónde vas cuando sueñas?- Preguntó. Ella pareció despertarse y él se entristece y quiere alejarse, esa es su primera reacción. Mas Leni se agita nuevamente y balbucea su nombre, claro e inteligible: -Richard-.
Él da dos pasos hacia atrás, duda. Se acerca a su regazo y quiere matarla. Pone suavemente sus manos alrededor del cuello de la durmiente.
 -¡No!- Grita desesperado y se cubre el rostro con las manos al pie de su cama. Quiere acariciar su cabello por última vez, acerca su mano. Roza su mejilla y sube hacia ese rebelde mechón de pelo, lo coge e inmediatamente lo suelta. No se resuelve a alejarse porque ella pronunció su nombre: el suyo. Tiene que dejar de hacer esto, la lastima. ¿Y él? Muere cada día, apareciendo en la noche de nuevo, ahí en su ventana.
-¡Egoísmo!-.
Pero es que ella balbuceó su nombre, en ese lugar onírico que él conoció y no recuerda, en el que ella habita al cerrar sus ojos pero no le basta a su existencia. Ella lo ama, él la necesita.

(Luz) II
 Leni no va a vivir sin él.
Leni abre sus ojos, él está a punto de marcharse; es muy tarde. Ella apenas alcanza a distinguir su figura entre la ventana y la cortina: gime.  Él se da la vuelta: -¿Leni?-
-No te vayas. ¡Te prohíbo que te vayas!
-Pero…- Él se reprocha no haber hecho caso omiso del sufrimiento en la voz de Leni.
-No. Ya he oído lo que tienes que decir. Leni se incorpora en su cama, queda sentada en actitud de echársele encima si él pretende marcharse.
-Mis sueños no se te comparan, son sólo copias mal logradas de una representación puntual de lo que es la perfección.
Él ríe… ¿quien más sino es ella?, la ama, la odia. Él es una abominación. Y ahora resulta que para ella, él es la perfección. ¡Vaya paradoja!  -Para ti.-
-Lo sé. Me basta.
A él se le difumina el rostro tras la cortina cada vez más. Ella no lo soporta, quiere verlo mejor. Lo llama:- ¡Richard!
Agitación, estremecimiento, agitación de nuevo; ya no puede respirar, se desmaya.
Va recuperando el conocimiento y se estremece… tiene frío; - ¡Es su cuerpo!
Se encuentra tan cerca de él ahora, ¿Qué pasó? Él la carga; pues ella está sintiendo ese frío sobrenatural. Estremecimiento, calma, se estremece de nuevo.  Él lo nota y al momento, ella se encuentra envuelta en su edredón, pero aun contra su pecho marmoleo. Ella no quiere abandonar ese puesto ¡nunca! Él le pertenece a ella y él lo sabe. Se acurruca más y siente al mentón de él hacerle presión en su sien y escucha un suspiro que se esfumó de su boca al humedecer sus cabellos. A él le toma un movimiento de milésimas de segundo y: ella se encuentra con sus ojos.
-Dime ¿Qué ves en mis ojos?- Le pregunta Richard.
-Tu alma.- Responde sin atisbo de duda.
-¡Que no tengo! Responde él colérico.
-¡No me importa, entonces! Exclama,  ¡la mía no la quiero!
Él Parece dudar y su cara se torna meditabunda -Pero… eso eres tú; tienes alma y no debo.- Dice
-Eres mi razón en la existencia y no estaré aquí cuando te hayas ido. Le afirma Leni.
- No lo admito.- Pronuncia Richard, al saber que ya la guerra está perdida y aún así, aún así, se marcha.

(Oscuridad) III
La visita.

Leni no quiere cerrar sus ojos y se miente diciéndose que él volverá. Duda, pero se miente de nuevo: le habla. Reacciona: ¿A quién le habla? Se acorruca, mira a su ventana, hoy el árbol no tira guijarros; se decepciona. Muerte, siente a la muerte próxima ¿Cómo se siente? No sabría decirlo.
Observa el destello de la luna que baña su rostro a través de la cortina, y ésta le anuncia que el miedo no va a llegar.
-¿Quién entonces sino es el miedo? – Se pregunta.
La luna calla y no quiere mirar. La muerte acompañada de una representación puntual de la perfección hace su entrada. Ella se siente desfallecer y pierde el conocimiento, solo alcanzando a escuchar débilmente, el dulce sonido de un frío metal hecho instrumento musical:
-¿Leni?-

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