jueves, 21 de marzo de 2013

EL GATO Y EL MINERO.Por: Henry Meneses


En diciembre del año 2010, con gran animo aventurero nos encontrábamos Nuberus y yo recorriendo algunos sitios poco turísticos del sur de Antioquia; en ese recorrer llegamos a la vereda La ferrería (Amagá), una vereda algo recóndita, con vías de acceso rústicas algo difíciles de transitar; allí conocimos el único atractivo aparente del lugar, la reconstrucción de la estructura principal del que alguna vez fuera el segundo centro de producción de hierro en Colombia, “la Ferrería”, la primera siderúrgica de Antioquia entre 1864 y 1931, un edificio viejo que ahora solo servía como referente cultural para una vereda abandonada por la historia.
Concluido el principal objetivo de la visita y siguiendo una recomendación local nos adentramos en un sitio oculto entre el paisaje donde se ubicaba la salida de una mina de carbón; el reloj macaba cerca de las 5:00 pm y observamos la silueta de un minero que abandonaba el interior del túnel dándole culminación a su jornada de trabajo, en aquél momento, un minino de esos que dicen puede generar mala suerte por su color negro profundo se acerca a la entrada de la mina y se ubica justo encima de la plataforma de salida, yo lo observo con algo de temor, absorto por el enigma singular que planteaba la situación; el minero se asoma al exterior y saluda a los dos extraños que con algo de impacto se encontraban observando y tomando fotografías de una situación que para él era habitual.
El minero lava su rostro oscurecido y quita algo del polvo negro que cubría una buena parte de su cuerpo, luego se acerca a la plataforma de salida para esperar a los compañeros de labor que se disponían a abandonar el túnel con el último cargamento del día; en ese momento ve aquella mancha negra que se encontraba por encima de él observándolo fijamente; él se acerca al animal mientras yo con algo de curiosidad inquieto y algo nervioso por lo que podría pasar preparo la cámara; en mi mente el tiempo se congela mientras él extiende su mano hacia al animal; pienso en la cantidad de padres, de hermanos, de hijos, de esposos que día a día arriesgan su vida en el interior de una mina en condiciones decadentes de seguridad por un salario exiguo, pienso en el cementerio del pueblo, el cual alcanza un tamaño que de lo enorme y desbordante de tumbas se torna incomprensible para una población de apenas 30.000 habitantes, pienso en la tragedia que 6 meses atrás había apagado la vida de 73 mineros en la mina San Fernando del mismo municipio, pienso muchas cosas mientras preparo la cámara para tomar la foto; el minero cuyo rostro ahora era claro y dibujaba la juventud de unos 22 o 23 años toca al animal y con gran afecto saluda al gato que con evidenciable placer recibe las caricias de unas manos duras y cansadas que luego del trabajo duro de un día sin luz, están dispuestas a brindar afecto a un minino oscuro de aquellos, que algunos dicen puede traer mala suerte.






Fotografías y texto: Henry Meneses Atehortúa

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