Han pasado
doscientos cuarenta y siete días desde que no la veo, tan solo sesenta y cinco
desde que he decidido, bajo cualquier circunstancia, ahogar su recuerdo.
El agua conforma
el setenta y cinco por ciento de nuestro cuerpo, sin embargo, hay quien dice
que disfruta pasando sólo algunos días en el mar (incluso conozco gente que dice no conocerlo),
hay también quienes dicen que el lugar más profundo encontrado se encuentra a
11034 metros bajo el nivel del mar, y que podríamos morir a tan solo 214 metros de
la superficie. Todas supersticiones.
He encontrado que,
con un poco de esfuerzo y unos pulmones grandes, podríamos cruzar el Atlántico
hasta llegar al mar Mediterráneo sin problemas. Pero ese no es mi interés, mi
interés es ahogarle bajo cualquier circunstancia.
He logrado
aguantar la respiración una semana entera, así consigo desprenderme de su
recuerdo. Pero de vez en cuando algún pez dice que le ha visto feliz con
alguien, y pienso en su insuperable capacidad de huir y siento ganas de renovar
mi aire, de salir y tratar de ver lo que ella en ése instante. Necesito
alejarme del chismoseo de los peces más jóvenes, es por eso
que ahora disfruto la compañía de los calamares, quienes han adquirido una
capacidad excepcional para aguantar la respiración, sus largos cuerpos se ven
en las más oscuras profundidades del océano en que vivo por ahora.
Una vez escuche
decir a un pez, que el primer calamar que decidió sumergirse retó a su padre
para salir a la superficie a visitar a una gaviota, con la que disfrutaba
coleccionar figuras hechas con arena del mar, dice también el pez más viejo y
sabio que un día el calamar encontró tan triste en la playa a la gaviota que
nado rápidamente a su encuentro, de inmediato le pregunto por qué no se
disponía a preparar la arena para hacer algunos castillos o pecezuelos gigantes
o quizá ese día intentar conseguir de nuevo construir el más grande barco
extraterrestre (solo lo habían conseguido una vez con la ayuda de planos muy
sofisticados según decía el anciano pez tratando de imaginar los grandes rollos
mientras contaba la historia a los más pequeños) la gaviota lo miró con tanta
tristeza que no pudo aguantar el llanto, le vio a los ojos y no pudo articular
un solo sonido, se volteó tratando de recuperar la capacidad de pronunciar una
que otra palabra pero no funcionó. Tuvo que pasar un día entero para que
lograra conectar una oración entera, y de inmediato lo miro a los ojos y le
dijo que lo había olvidado, que no recordaba cómo hacerlo.
Al escuchar esto
el calamar huyó de inmediato al encuentro con sus amigos y permaneció en
silencio un par de meses, los demás calamares estaban tan preocupados que
trataron de encontrar a la gaviota, sin lograr siquiera tener idea de donde se
había metido, de repente, el calamar salió de su letargo para dirigirse a su
padre, le propuso un reto que nadie había aceptado jamás, nadar hasta las
profundidades y aguantar la respiración tanto como fuera posible, desde aquel
día el resto de los calamares, han pasado sus vidas tratando de encontrar al
abnegado padre y al desconsolado hijo, hay algunos peces que dicen haber visto
a la pareja en las profundidades del océano (especulaba el anciano), que han
logrado que su cuerpo brille para facilitarle la tarea al resto de los
calamares, hay otros que dicen que en las profundidades perdieron la capacidad
de ver y han divagado sin poder encontrar al resto de su camada.
Siempre he
encontrado inquietante creer
que la gaviota sólo bromeaba y al éste zambullirse ella jamás pudo decirle:”
Sólo bromeaba, dispongámonos a construir otra figura increíble.” Quizá porque
siempre guardo la esperanza de que así haya sido.
Aun recuerdo la
tristeza en sus ojos, parecía como si de verdad hubiera olvidado cómo hacerlo,
como si un viento ciego me hubiera arrebatado de su mente para enterrarme en el
fondo de algún océano.
Han pasado
quinientas veintitrés semanas desde que no la veo, cuatrocientas cuarenta
semanas, diez mil quinientos sesenta días desde que he decidido bajo cualquier
circunstancia ahogar su recuerdo, hace tan solo 2 semanas que he dejado de ver.
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