jueves, 21 de marzo de 2013

LA VISIÓN BEATÍFICA.Por:Juan Gonzalo Ardila Marín


Dedicado a: Pedro Arturo Estrada, mi vate amigo.
Ayer Orestes caminaba tranquilo hacia su puesto de trabajo, llegaría temprano al turno que debía empezar a las 6:00 p.m., pero ya era cultura institucional, no formal, llegar desde las 5:30 p.m. para recibir el puesto con calma y serenidad, aun así, Orestes veía que llegaría a las 5:15 p.m. pero no se preocupaba para nada. Para muchas personas resulta preocupante que la opinión de sus colegas de trabajo se oriente a señalarlos como “gente que trabaja mucho”, pues los incurriría en el riesgo de la exclusión de ciertos círculos sociales informales que nacen en medio de la formalidad laboral, y que, como resalto yo, son de gran importancia para ellos. Fulgrido es un hombre diferente, las canas hablan de su experiencia de vida y le merecen el respeto de sus colegas, cuando vio venir a Orestes tan temprano se emocionó al sentir la posibilidad de salir 10, o tal vez 15, minutos más temprano, crucial para él, pues de estos escasos minutos podía depender la congestión impertinente que se forma en su medio de transporte público habitual y en el inoportuno embotellamiento del tráfico, a tal punto, que esos escasos minutos pueden hacer de su viaje a casa una cuestión de 35 minutos o de 1 hora y 15 minutos, como generalmente le pasa. Fulgrido no pudo ocultar la emoción que sintió y saludo a Orestes con un fuerte estrechón de mano y una marcada sonrisa, fue tan evidente que el mismo Orestes entendió su llegada tan temprano como el motivo de aquella conducta. El trabajo en vigilancia es uno de los más trascendentales y menos apreciados que se desarrollan en las organizaciones, para quienes lo ejecutan es una fuente de continuas e interesantes aventuras, Orestes no creyó nunca que este día, que para él había empezado tan bien (despachando contento al viejo Fulgrido, cuya opinión es tan valorada entre los colegas) traería oculta una profunda enseñanza.
Serían las 10:15 p.m. cuando Orestes sintió el primer golpe de sueño. Ese micro-sueño que nos indica que debemos cambiar de posición o hacer alguna actividad que implique movimiento o atención, de tal manera que aquello, que en condiciones normales debiera transformarse en un placentero descanso, desaparezca sin dejar rastro. Orestes se levantó rápidamente de su silla, tomó el radio con la mano buscando sintonizar una emisora más movida, y al levantar de nuevo la mirada… la vio allí. En palabras del mismo Orestes, fue una “visión beatífica”, no supo de dónde apareció, ni cuánto tiempo llevaría allí, parada frente a la ventana, cargando a la pequeña criatura en sus brazos. – ¡Qué necesita! –, fueron las palabras que, en medio de su asombro, Orestes escogió para iniciar la conversación. Orestes asegura que era la mujer más hermosa que jamás había visto y que la bebe era evidentemente suya por compartir su belleza, cuenta como, con voz suave y melodiosa, le contó la tragedia que estaba viviendo y supo solicitar de su colaboración; el asunto fue algo así: La joven era empleada de servicio en una residencia del conjunto Miramar, el que queda dos manzanas arriba, al fondo de la cuadra; la novia del patrón hervía en ira por su presencia en la casa, desconociendo que, aunque el patrón acosaba descaradamente a la joven, ella nunca se habría involucrado, ni lo haría, con este patrón, ni con ningún otro… porque ella, aunque pobre, fue formada en los valores cristianos. Finalizando la tarde llegó la novia con gadejo y se la montó al patrón, según cuenta Orestes que dijo la chica, y en medio de la discusión quedo involucrada la pobre joven, la novia acusó al patrón de perro infiel, él acuso a la joven de seductora vil, la joven se defendió describiendo el acoso al que se veía sometida después de la partida de la novia cada noche, y el patrón la echó por mentirosa, – ¡Se larga ahora mismo! –, fue la frase que empleó, según Orestes. Fue inevitable el llanto en medio de la historia, Orestes salió de la cabina de la portería llevándole a la joven un vaso con té helado que Fulgrido había dejado en la nevera, al ver como aquel vestido liviano marcaba las formas de su cuerpo, Orestes comprendió el acoso y los celos que marcaban la historia de aquella mujer, sintió lastima y deseo al mismo tiempo. De la pequeña maleta que tenía a sus pies, la joven sacó un anillo y Orestes continúa la historia diciendo que afirmó: – Vea, yo sabía dónde estaba la joya, porque como yo hacía el aseo… no es un diamante, es un zircón, pero el anillo si es de oro, era para la novia, el patrón se va a casar, este anillo no cuesta menos de seiscientos mil, en cualquier prendería le darían no menos de trescientos mil por él. Yo no vine a pedirle limosna, yo sé que usted es nuevo, el viejito es el que me vende la gaseosa cuando el patrón manda, deme lo que sea por el anillo que lo único que yo quiero es irme para mi pueblo, a las 11:00p.m. sale el último bus, necesito coger un taxi hasta la terminal y lo alcanzo, no tengo un peso, ni tengo donde pasar la noche, mire a la bebe…–.
Orestes no tenía un peso, compartía la preocupación de aquella joven, no vio problema en tomar prestados cincuenta mil pesos del dinero que debían manejar por vender artículos varios en la portería, sabía que era un buen negocio pues la mujer debía quedar satisfecha pues le alcanzaba para el taxi, el pasaje y algo de comer en el viaje para ella y su bebe, y a él, yéndole mal, podría pagar el prestado y le quedarían doscientos mil pesos. Cuenta Orestes que despacho a la chica con un abrazo que le dejo gran emoción, un casi beso y un teléfono para cuando estuviera por esos lares pagarle los favores, la vio irse y no volvió a ser golpeado por el sueño esa noche, aun así estuvo distraído porque no dejaba de recordar la joven tan hermosa y de hacer planes con sus nuevos ingresos, estaba seguro que podría volársele a su esposa el fin de semana de descanso para visitar aquella chica en aquel pueblo.
A las 5:30 a.m. llegó Fulgrido, traía el buen semblante de hombre que llegó temprano a casa y pudo descansar como es merecido, Orestes lo recibió con el relato y Fulgrido cambió la cara, se limitó a decirle: – No pierda el tiempo yendo a prenderías, mejor descanse, y ni se le ocurra aparecerse por a acá, en la noche, sin la plata. Son las 5:00 p.m. acabo de despedirme de Orestes, vino temprano, dijo que no había descansado bien, me contó todo y me contó cómo se burlaron de él en las dos prenderías a las que fue con el anillo, ya le preste los cincuenta mil pesos, se fue porque ya va a llegar un poco tarde, tienen la costumbre de llegar a las 5:30 p.m. Me dijo que en quincena me pagaba, y que el fin de semana de descanso lo pasará en casa con su amada esposa, quien está portando un anillo de visión beatífica.
FIN.

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