jueves, 21 de marzo de 2013

CRÓNICA DE UN AMOR SIN SENTIDOS. Por: Juan E Monsalve


Hace un año que no veo la luz. Todo se volvió sombras y a veces olvido los colores. Sólo la veo a ella. La recuerdo ya en un paisaje borroso, pero sé que sigue siendo bella. No ha sido un año fácil, a veces creo que cometí un error, pero recapacito y creo que la causa valió la pena.
            -Abrí la puerta que te traigo la comida.
            -No me jodás, ¡no quiero comer de tu masa!
            -Ahí te la dejo en la puerta grandísimo marica. “loco”…
No es lo mismo sin mamá Juana, ella me entendía. Sabía que lo había hecho por amor. Me ayudaba, me lo hacía más fácil. Desde hace un año no salgo de éste cuarto, pero ella siempre me acompañó. Me visitaba y traía la comida que me gusta, pasta es su punto. Pero ya no está.
Llega la noche, lo sé. El bullicio de los carros disminuye y se oye el misterioso cantar del búho que a veces visita el árbol fuera de mi ventana.
            -¡La mataste Güevón! Tu locura la enfermó y la mató. Te debiste matar desde un principio. Si la amabas como dices para hacer lo que hiciste te hubieras matado de una vez. A favor nos hubieras hecho a todos. Te debería internar de una maldita vez. Ojalá te mueras rápido.
Mamá Juana nunca dejó que me llevaran lejos de la casa, no me dejó internar, a ella se la llevó el cáncer, yo no la pude ver. Hernán mi medio hermano me cuida desde entonces, no cumple su amenaza de internarme porque así se lo prometió, a veces amenaza con matarme. Sufrió la Muerte de Mamá Juana, quién si era su madre, aunque a mí me tuvo como hijo desde que mataron al viejo. Desde el día de su muerte Hernán se emborracha, destroza la casa e intenta entrar a patadas a mi alcoba, sin embargo, al otro día se levanta cayado como si nada, y deja en la puerta de mi alcoba un pan viejo y un chocolate frío.
Insisto en que lo hice por amor, pero Hernán de eso no sabe. Lo más cercano que tiene al amor, es un romance que mantiene que su mano derecha.
Quizá sí preocupé a Mamá Juana, de verdad la angustié, pero no la maté, contra el cáncer no hubiera hecho nada.
Recuerdo que tomé la decisión cuando la vi, a ella, a Juliana, mi primer y único amor, alejarse de mí.
Dijo que era un obsesivo e insano, que no la siguiera, sus palabras no me importaron. Nunca pude enamorarla, la veía pasar desde la ventana de mi alcoba con su uniforme de colegiala y siempre con el cabello suelto, sentía desde allí su dulce aroma. Tomaba el bus al colegio frente a mi casa.
-Se cayó Hernán, bebió demasiado. Es la segunda vez que rueda por las escaleras. No las recuerdo pero sé que existen-.
Aunque no la enamoré ella siempre fue mía, en secreto la idolatraba y hubiera matado por ella, aunque creo que hice fue suficiente. Fue mía por dos años, aunque no lo supiera. Pero un día decidió engañarme. La vi tomar el bus mientras cogía de la mano a otro hombre –un amigo pensé-.
Días después en parque Bolívar, los vi besándose mientras compartían un helado. Me arme de valor –como quien defiende su propiedad- y decidí reclamarle, aunque la verdad ahora no se qué. La única respuesta que obtuve fue un golpe en la cara de Alejo el galán del colegio con quien salía.
Tres meses más soporte verlos juntos, mientas mi alma desgarrada intentaba salir de mi cuerpo para dejarlo morir. Fue hace un año exactamente cuando decidí no tener que ver eso nunca más.
Tomé lo primero que encontré -el sacacorchos de cocina-, salí y esperé la tarde.  Era jueves, siempre llegaba sola del colegio los jueves, era una tarde opaca y lluviosa, la recuerdo bien. También recuerdo lo hermosa que estaba  ella, fue el último día que la vi. La aborde al bajar del bus y la obligue a acompañarme al lote baldío de los Mejía, allí le hice saber hermosa que estaba, lo hermosa que era, pero que no estaba dispuesto a soportar verla con otro. Le hice saber que lo que estaba por hacer lo hacía por amor. Tomé el sacacorchos y lo envié con fuerza a mis ojos, primero el derecho, luego el izquierdo. Ella corrió y yo quedé ahí sólo. Desde entonces todo es obscuro.
Salí tres días después del hospital, no volví al colegio y no volví a saber de Juliana. Luego supe que se había ido del barrio, lo mejor fue no tener que verla partir. Un mes después se supo que Juana estaba enferma.
Aún conservo el sacacorchos, y hoy he decidido, como aquel día, que no tengo por qué soportar los gritos de Hernán. No lo volveré a oír. Aunque creo que extrañare a los búhos. 

1 comentario:

  1. Me parece bueno, pero tienes que tener cuidado con la forma en la que quieras describir cada suceso. En un solo momento eso hace que el lector se crea el momento o lo tome como algo poco serio.

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