jueves, 21 de marzo de 2013

LA VENTANA.Por: Juan David Sanz Ramírez


Mientras jugaba en la habitación de mi madre, el viento de la noche se colaba por la ventana y movía las cortinas suavemente.
Cuando con mi moto iba a varios kilómetros por hora en la imaginación, en la esquina retumbaron las descargas de una pistola rasgando así la tranquilidad de la noche y distorsionando la carrera sin fin.
Como otras tantas veces, esto no fue seguido por el ladrar del perro de la vecina, sino por las lamentaciones de un hombre: ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme!
Con la moto en un rincón, me asomé a la ventana y vi un muchacho que caminaba desesperado con las manos en el rostro tratando de contener el manar apresurado de su sangre. Sin poder ver, un muro lo vio caer y veló su dolor hasta el fin.
De pronto, unos brazos delicados, pero con la fuerza que les da el afán de protección, tomaron mi cuerpo. Un ventanazo, marco el fin de la noche.

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