miércoles, 3 de abril de 2013

LA FRONTERA.Por: Yeison Augusto Quiceno Durán


Un gran sentimiento de miedo se apoderó de mí en aquel momento. La oscuridad como siempre, hacía que mi corazón se agitara rápidamente. Yo me encontraba acompañado. Ella pasaba su mano por mi pecho, acariciaba mis cabellos y de repente se aventó hacia mi cuerpo agresivamente, de una forma que yo consideré algo brusca y erótica.
Era la primera vez que atrapaba un sentimiento tan grande de incertidumbre. La primera vez que perdía el dominio de mi mente y empezaba a jugar con el instinto del que  todo el mundo era testigo de haber presenciado en algún momento de sus vidas. Era una telenovela romántica de la cual sin darme cuenta, resulté ser el protagonista.
Ella sí tenía experiencia, pero yo no. Empezó a jugar con mi cuerpo y me dijo que hiciera exactamente lo mismo con el de ella. Esta vez, la razón se perdió entre las sábanas y el tiempo; pues no hubo tiempo. Para mí no existió una cuarta dimensión de la que habla la ciencia. Éramos nosotros dos arrancándonos los pelos de nuestras pieles en un abrir y cerrar de ojos.
Llegué a tener el atrevimiento de pensar, que si la misma biblia tuviera por escrito reglamentos sobre cómo debería el hombre hacer el amor, habría quebrantado cada uno de esos estatutos con aquel único encuentro en el que me sentí salvaje y poseído por un deseo carnal.
Eventualmente pasó el tiempo, y en el día de mi cumpleaños, decidí experimentar otro tipo de placer, en el que no se es necesario tener por partícipe a dos individuos. A este se le tenía respeto porque deambulaba en silencio por entre los bellos campos verdes de mi tierra.
Era verdad. Ya entendía la razón por la cual quienes se encontraban atrapados en ella, le glorificaban y le hacían ver grande en los momentos depresivos de la vida. Era ésta una sed insaciable difícil de controlar.
Después de un tiempo, mi rendimiento en el trabajo se vio afectado notoriamente. El jefe sabía qué era lo que pasaba con el desorden de mi vida. Me pidió el favor de que tratara de buscar ayuda lo más pronto posible. Me repetía lo mismo todos los días, pero nunca hice caso a aquel llamado; hasta el día en el que, cansado de hacerme ver cuán penetrante era el cambio de mis acciones, éste decidió despedirme.
Un día subí la dosis hasta tal nivel, que pensé haber visitado el paraíso del Poderoso. Pensé que en este, todos los ángeles también eran adictos al mismo placer. Ellos eran igual de locos que yo.
Pensé mal…
Cuando mi conciencia ya no se encontraba alucinando, en mi mano tenía un cuchillo. Mi recámara se encontraba totalmente empapada de sangre. Extrañamente en aquel evento, recuerdo que las paredes parecían tener por propio impulso, un deseo fantasioso de reír que para mí era inexplicable e imposible de describir.
En el suelo había un perro con el estómago completamente abierto y destrozado. En la pared, escrito todo en sangre, estaba la palabra “espectáculo” - No supe qué hacer - Tendido en mi cama hago un recuento sobre lo que significaría para mí la palabra “espectáculo”.
No tardé en llegar a una conclusión. Lo que entendía por espectáculo, era la forma en la que un personaje se hacía ver de un público, con cierto grado de asombro. ¿Era verdad este significado?, ¿qué importancia podría tener esta palabra para mí?
En unos minutos, mi mente se encarga de esquematizar mis pensamientos.
¡BINGO!
Este era otro momento glorioso para mí. Yo fui el autor del espectáculo más grande del mundo. Mi vida misma era un espectáculo.
Pasé de ser un aventurero del amor y del sexo, a un imbécil que difícilmente recapacitaría de aquella sentencia a la cual yo mismo había decidido someterme.
Sí… ya me resignaría.
La gente siempre miraría, y seguramente con el tiempo me llamarían “adolescente enfermo”.  Ese nombre perfectamente encajaba en mi rompecabezas. Encarnaba en mí la descripción perfecta. Era yo un adolescente enfermo atropellado por mis propias locuras infantiles.
Por cierto, ¡qué imprudente de mi parte! Casi se me olvida decirles mi nombre, me llamo Esteban, tengo 17 años, y he sido víctima de una de las cosas más peligrosas para aquel sujeto que decida jugar con ella. Esta cosa acabará contigo. Se llama droga.

1 comentario:

  1. Excelente final. No sólo te hace querer seguir con el cuento, sino que también, de una que otra forma identificarlo con alguien que conozcas. La parte en la que el personaje acaricia esa obra de la que sentía cierto temor y cierto orgullo, es fenomenal.

    ResponderEliminar