lunes, 1 de abril de 2013

DESEO CUMPLIDO. Por: Jefferson Wilder España David


Un fuerte   sol de medio día golpeaba con fuerza la brillante  cabeza de mi abuelo, su imagen  se veía reflejada en su lisa y pelada frente, era lo único liso que tenía; allí dormido boca arriba  junto a la cuneta del desagüe que quedaba frente a la agencia de licores, la piel de sus manos y  pecho estaba arrugada, curtida ennegrecida  por la quemadura de los días soleados de ese mes de agosto. Su apariencia era como la de un payaso de cera derretido puesto que las chicas de la agencia le habían dibujado círculos de colores  con labiales en el rostro. Varias personas que pasaban y lo veían se reían de él,  otros fruncían sus rostros y lo veían indignante mientras  que otros solo decían: Pobre doña Amalia que tiene que lidiar con  ese borracho todos los Días. Yo ardido en rabia apretaba con intensa fuerza mi puño izquierdo  en mi bolsillo pareciera que se compadecían de mi ira al verme allí parado junto a él, sin embargo yo no podía hacer nada más que eso: ¡empuñar mi mano!;  porque después de todo él era el payaso del pueblo.
Me le acerque con miedo ;  confieso que fui muy valiente al hacerlo pues siempre  le había  temido  a los payasos  y sobre todo al ver que de su boca rebasaba  una espuma blanca que recaía hasta su nuca donde por fin se secaba por culpa del fuerte viento. No me atreví a llamarle abuelo no creí que lo fuera en ese instante solo una sutil patada de niño de 8 años  en su redonda barriga bastó para despertarlo de ese trance de ya 3 días. En tanto vi que se movió salí corriendo y me atrinchere  detrás de una esquina. Debería estar elevando cometas en el cerro con mis amigos, sin embargo,  me quede ahí vigilante.
Observé sus movimientos uno a uno como con ojo de  gavilán cuando observa un humano, lo vi, levantóse primero temblorosamente sosteniéndose con su mano izquierda  sobre las puntiagudas  piedras  del pavimento destrozado, el  no sintió dolor, sin embargo,  sus flacuchentas y débiles  piernas no le dieron para levantar un cansado y alcoholizado cuerpo  y cayó nuevamente, mientras, que las chicas de la agencia lo veían y reían a carcajadas. No sé porque esa imagen de mi abuelo intentando levantarse se me parecían a las de Jesucristo cuando caía con su cruz,  pero mientras lo observaba pensaba en esta comparación: Jesús jamás se emborracho o…. eso es lo que mi abuela me ha dicho, entonces, ¿porque tal comparación?  ¿Acaso mi abuelo no es culpable de su pusilánime condición frente al licor? ¿Hay acaso una fuerza más poderosa que la voluntad humana?   Me preguntaba esto cada domingo al ver a mi abuelo  con lágrimas en sus ojos salir de  misa susurrándole a los oídos de mi abuela que ya jamás volvería a  beber   y  hasta tiraba la caneca a medio beber  que aun traía en el bolsillo interior  de su chaqueta.  Fue entonces cuando un domingo de esos le pregunte a mi tía el porqué mi abuelo no podía dejar de ser borracho. Ella vehemente mente pero  como para esquivarme la pregunta se agacho, me vio a  los ojos y me respondió: Mijo, eso es porque su abuelo ¡no recibió amor cuando pequeño!
 Yo esperaba que me explicara de una mejor manera, sin embargo, Una sonrisa nerviosa se dibujo en sus labios, sentí  que no aguanto mi mirada entonces  me invito a comer un helado. Mientras disfrutaba del rico helado de chicle como el que a mí y a mi abuela le gusta,  me di cuenta que algo se traían entre manos ella y mis tías para solucionar esa falta de amor en mi abuelo; Es por eso que el domingo siguiente todo ellos colectaron dinero   para regalarle  un detalle por motivo de sus cumpleaños. Sería algo que él no pudiera usar para comprar licor; ¡seria ropa!
 Tías, yernos y primos se reunieron en la pequeñísima sala de tres por tres de la casa de mi abuela ella estaba rojita desde la primera vez que llegaron puesto que el piso estaba lleno de baches, eran  tantos, que el baldosín solo correspondían a una cuarta parte del piso. A la vez se sentía engañada ya que mi abuelo desde hace dos años le había prometido arreglarlo,  sin embargo,  fue fuerte arrugo la cara y se fue a la cocina por  algo de café y al volver les hizo sentar en las tostadas y negras blancas por a causa  del sol y la mugre. Todos respetaron la degenerada silla de mi abuelo digo degenerada porque  sus patas estaban recostadas hacia la derecha casi 10 grados y carecía de varias de las varillas de su espaldar todo esto por culpa de mi abuelo y sus tremendas borracheras de las cuales salía luego de muchas horas recostado en aquella pobre silla en la que lo dejábamos mi primo lucho y yo cuando mi abuela nos mandaba traerlo, sin embargo juiciosos esperaron  a Miguelito que así era como conocían a mi abuelo en el pueblo,  para por fin decirle unas palabras de cariño y regalarle  un detalle, cada uno dijo sus palabras de felicitaciones  y le dio un abrazo, mi abuelo no contenía el llanto agachaba su cabeza y gemía como un niño,   balbuceaba al hablarles que lo que más deseaba su vida era dejar el licor. Dando gracias a quienes se le acercaban y  le decían sus  palabras. Ese semblante en él era el mismo que  vi en  mi madre cuando lloraba mientras se secaba las lagrimas con su pañuelo al ver a mi abuelo tan compungido, sin embargo, yo como una roca no sentía nada, me parecía estúpido ese sentimiento de dolor pues ya me había acostumbrado verlo llorar de la misma forma  casi todas las semanas excepto en semana santa, que era cuando mi abuelo dejaba de ser Miguelito para convertirse en don Miguel, y  los domingos, los domingos era cuando él estaba más cuerdo porque iba a misa.
Después de ese bochornoso espectáculo para mi,  todos se fueron a sus casas con la esperanza de que el no volviera a tomar por algún tiempo. Mi abuelo despidió a todos de un abrazo y cerró la puerta.  Entro a su pieza y destapo velozmente  las bolsas de regalos, ni siquiera leyó las tarjetas  Eran un par de  zapatos de charol negro y brillante como un espejo me parecía divertidos, te podrías ver la cara en cualquier momento. “Cuarenta  pesos”   dijo musitadamente al verlos, también  una camisa   a cuadros  verde caña y un pantalón de prenses como de esos que se usan en la primera comunión para estos no les  calculó su precio,  simplemente las estreno y salió; acelero su caminar  al pasar al lado de mi abuela que extendía sus sabanas  en el patio de al lado, el jardín del frente le encubrió y se fue  sin mirar hacia atrás directico  a la agencia. Yo no lo seguí solo luego de  3dias  le busque  y  diez minutos más tarde le encontré allí tirado junto a la cuneta de desagüe frente a la agencia boca arriba sin camisa a cuadros, sin zapatos de charol y con un pantalón que jamás le había visto. Ya iban tres intentos cuando por fin logro levantarse, tambaleo un poco pero  cayó de nuevo hacia atrás, esta vez fue impresionante su caída porque sonaron sus costillas y hasta una delgada línea de sangre salió de su boca, no se movía, ni siquiera sus ojos lo  hacían. Yo me acerque le patio de nuevo y tampoco se movía, “esta vez si le grite ¡Abuelo levántese! Pero nada solo yacía ahí estático y templado como una  piedra.
¡Tranquilos! Mi abuelo esta aquí conmigo,  rosadito sentado en su silla pero sus manos y pies están inmóviles.  El doctor dijo que había caído encima de una piedra la cual le causó parálisis.  Sin embargo por fin mi abuelo es feliz pues se cumplió su deseo de cumpleaños. 

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