lunes, 1 de abril de 2013

EL ESPEJO.Por: Aramis Lupan III


En el momento en que mi último cigarrillo se acababa, intente sentar mis pensamientos y reproducirlos en una hoja de papel, reproducir, esa última sensación que me causo, una mujer roja de sombrero con un cigarrillo en la mano, un reloj antiguo con numero modernos, algo que me disgustaba muchísimo porque ya no lo podía cambiar, y detrás mío, como si fuera un vigilante, un desquiciado mostrando sus dientes riéndose con las manos en la cabeza desfigurando su cabello, su cara y todo lo que desde esa inmunda esquina podía ver, ¿que veía aquel  desquiciado? a un joven que
en algún momento de la vida las circunstancias lo llevaron a hospedarse en una habitación que tenía una curiosa ventana con una pequeña jardinera miniatura, que poseía cualquier cantidad de hormigas y lombrices, y que en esa pequeña jardinera florecía lo que en ningún otro lugar de la tierra: Un Espejo. Acepto de buena gana quedarse allí, la dueña, de mala gana, recibió del joven su asqueroso dinero para dejarlo ahí unos cuantos meses,- ojala pocos, pensaba; ella no quería otra víctima más en su humilde morada, era un segundo piso y nuestro amigo decidió que era un lugar, sino el más lindo  al menos bien acogedor.
Consiguió todo lo que cualquier persona de su edad quisiera tener en ese momento, una computadora, un televisor muy modesto y una cama decente, y fue en esa habitación donde recibió un día sin querer los regalos mencionados al principio. Un colega suyo quiso ir a visitarlo de repente y se encontró con que la habitación estaba con sus paredes desnudas, así que le regalo aquellos cuadros que salían de un experimento en la universidad de artes de la ciudad, aleatoriamente puestos, los cuadros acompañaron desde ese momento los días en la alcoba, compartían días viendo el sol, la ventana, las personas que esporádicamente llegaban a el cuarto y así siguieron los días, con pesadillas y sueños que solo se podían ver de noche.
Una visita antes de acabarse el año sorprendió inmensamente a los muros de aquella habitación.
Una mujer de delicada piel, de cintura milagrosamente lograda, de cabellos largos, negros y medianamente rizados y con todas sus más hermosas cualidades entraron por la puerta de la alcoba, los muros sorprendidos por el logro del joven no durmieron en toda la serena noche, se quedaron viendo como un idiota se burlaba de la vida porque había conseguido lo que nadie más, y ellos sorprendidísimos guardaron esas imágenes entre el cemento y el ladrillo y la pintura de esos muros, el joven en su arrogancia, que no era más que la enfermedad que le causo un pequeño golpe de suerte, le sugirió a la chica que asomara su busto por la ventana a ver si alguna persona sentía envidia de no tener tan hermoso cuerpo entre las cortinas de su propia habitación, la mujer accedió, encantada por la palabras misteriosas del chico y desnudo su cuerpo, se asomó por la ventana, cubrió su desnudes con las cortinas que el chico había puesto y se dedicó a sí misma una poesía que murmuro a la luna, lo que nadie sabía era que mágicamente su figura quedo grabada para siempre en el espejo pequeño que florecía solamente en la jardinera de aquel cuarto, y como era un espejo que podía brotar de entre una jardinera guardo aquella imagen con envidia para sí misma, dejo el nombre de la chica escrito con polvo y reflejaba en los momentos difíciles la figura de aquella dama.
Los días siguieron su paso inmisericorde y el joven se angustiaba cada día más, ¿cómo lograr otro puto día igual? El joven pensaba con los ojos cerrados, tratando de hacer lo imposible con sus pensamientos, pero ella jamás volvió, así que como su único consuelo eran los dibujos que cubrían las paredes, decidió empezar a odiarlos, porque algo tenía que hacer y cuando no podía concentrar más ganas de odiar su humilde morada, una vez decidió salir a mirar por la ventana si quizás la figura que añoraba aparecía, y apareció, con su desnudez y su hermoso busto y su cintura milagrosamente ganada detrás de aquel maldito espejo. El joven sorprendido, casi mudo le pregunto al espejo que hacía con tal memorable imagen y el espejo le contó que había solamente una manera de volver a conseguir lo que quería, y como el chico sabía que era mentira, decidió darle la espalda al espejo e irse a dormir. Como es de suponerse, nunca volvió a recibir una pequeña llamada, de nadie, él, consumido por su inmensa tristeza, apenas podía pararse para ir a laburar y ganarse un día más de vida, una vida que sin ganas de vivirla es la más horrible tortura, y llegaba de su trabajo  y buscaba la figura que amaba en el espejo, y la veía y el espejo volvía a repetir lo que siempre decía ‘’solamente hay una manera de que te encuentres con ella’’ y el maldecía, y se iba a la cama. Era una bella ventana, desde ahí, la mayoría de las veces se observaba la luna, por entre los edificios, por entre las nubes, por entre las estrellas y se consolaba sabiendo que al menos era el mismo cielo el que cubría su corazón y el de su amada. Los cuadros, en la noche, conversaban lo que veían y sus murmullos hacían que el joven soñara cosas, decían que ellos dos podían volver a estar juntos, decían que la vida los uniría, decían que el amor imposible no existe, también decían que las esencias de las personas nunca desaparece y se quedan moviéndose de un lado a otro alrededor del mundo, y justo esas últimas palabras sumergieron al chico en una horrible pesadilla en donde presentía algo malo con su amada y el corría a abrazarla y simplemente se desvanecía como arena, y de golpe se despertó y corrió asustado hacia la ventana con gran agitación y despertó al espejo suplicándole que le dejase ver la imagen de su amada, y el espejo con su arrogancia y su maldad le mostro a su amada gritándole que estuvieran juntos también. El muchacho tuvo que recoger los pedazos de su corazón del suelo, un rayo de inmensa y pura alegría había atravesado su pecho, escucho las palabras que lo desvelaban, las palabras que cualquier amante con sensatez merece, y las palabras eran las que había añorado por tanto tiempo, y como no pudo cruzar palabra con ella le pregunto al espejo que florecía en donde ningún otro espejo podía florecer, como podría hacer para estar con su amada, y el espejo en su inmensa arrogancia y maldad le contesto, -nada en esta vida se consigue sin sacrificios, cual es el tuyo? y él alegre respondió, -el que me haga merecedor de estar con mi amada, y como el espejo era un espejo único, el muchacho pensó que en verdad podría hacer algo por él y el espejo rompió su silencio con las palabras que aterrarían a cualquier cobarde, pero no a un verdadero enamorado, el joven guardo silencio, medito, y luego le dijo al espejo que haría cualquier cosa que el dijera, y sin pensarlo ni un segundo, deslizo sus muñecas desde la parte superior del espejo y las condujo hasta la parte inferior, dejando una senda sangrienta alrededor del espejo y que mancho toda la jardinera, ahora más que confiado, el joven se tiro hacia atrás, con una sonrisa memorable en su rostro, con sus brazos extendidos como si quisiera por si solo abrazar el cielo, y con su corazón convencido de que volvería a latir una vez más al ritmo de su amada, alegre, miro sus muros, sus cuadros, con tanta alegría que juro no volver a odiarlos, y mientras hacía esto caía delicadamente a las baldosas de aquella humilde habitación y quiso con un último aliento, mover rápido sus ojos a ver si llegaba su querida amada a levantarlo del suelo y lo último que pudo observar fue a un espejo, un espejo que sin razón aparente florecía en una jardinera de un cuarto olvidado, pero con la imagen de una mujer desnuda bañada por la luna menguante de los últimos días del año.

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